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jueves, 25 de julio de 2013

Un sí implica muchos noes


No quisiera hacer publicidad, pero admito que Apple, con este anuncio, se lo merece.

Ignoro si lo que dice el comercial es cierto, pero creo que si todos nos tomásemos nuestro trabajo como ellos dicen que se toman el suyo, la vida de todos sería mejor.

Enjoy it.

miércoles, 5 de junio de 2013

"Pensar es gratis"



Encontré esta pintada paseando por Girona. Matizo, antes de nada, que el "pensar es gratis" escrito en rotulador no formaba parte de la escultura hasta hace pocos días, que un desconocido artista decidió violar la obra de Crozet con un fin: que aquellos que nos fijemos en la escultura nos fijemos también en su mensaje.

No me voy a meter en si es correcto o no hacer esto. Reconozco que es un tema interesante a tratar, pero no me gusta hacer juicios éticos. Para ello ya está la conciencia de cada uno. Simplemente querría atender a las razones por las que he considerado relevante publicar esta fotografía.

Vemos que lo pintado póstumamente en la escultura no es un mero tag (firmas que los grafiteros reparten por la ciudad para marcar territorio, como hacen los perros con su orina), sino que es un mensaje que en cierto sentido exige este soporte. Reconozco que cuando vi de lejos una mancha de rotulador en la escultura recité en mi mente una maldición hacia los jovenzuelos que invierten su tiempo en firmar lo que no es suyo. Pero cuando ya de cerca descubrí que aquella mancha eran letras inteligibles, tuve que retirar mi maldición.

"Da igual que diga cosas bonitas. ¡Qué escándalo! Es una falta de respeto hacia el artista y su obra", dirá cualquiera que tenga la cabeza un poco en su sitio. Lo sé, pero a mi modo de ver, el mismo escándalo que provoca el texto es una parte esencial del mensaje. Resultaría muy estúpido por parte del desconocido artista invitar a pensar y no dar ninguna clave para hacerlo. Sería como decirle a alguien que en el Australia regalan caramelos pero no explicarle cómo llegar a dicho país. Este mensaje es más rico. En esta foto hay más que tres palabras.

Vivimos en una sociedad en donde todo lo gratis se consume en exceso. Todo excepto el pensar. Que no es que no se consuma porque no se quiera, sino porque no se sabe. Estamos tan envueltos por la rutina que incluso a veces olvidamos que nuestra vida la rigen nuestras decisiones. Creemos que pensamos cuando realmente solo estamos repitiendo una acción que ya pensamos en su momento. Y morimos habiendo pensado poco más de cien veces a lo largo de toda nuestra vida.


Por ello, solo pensamos cuando vemos algo que nos escandaliza, que nos inquieta, que nos arranca de la rutina. Nos vemos obligados a utilizar la inteligencia cuando nos encontramos ante lo inesperado, lo no catalogado. Si esta imagen no me hubiera impactado, si la pintada en la escultura hubiese sido un mero tag, el pensamiento que gira entorno a este texto nunca habría nacido.

Con esto pretendo mostrar que a veces con los conceptos no basta. Las mismas palabras sobre otro soporte hubiesen dado lugar a otro mensaje, que no llegaría ni por asomo a la altura de este. Desconozco si el violador de monumentos en cuestión es consciente de esto, pero la situación del mensaje provoca lo mismo que nos invita a hacer: pensar. ¿Por qué ha tenido que escribir aquí?, ¿estoy aprovechando la gratuidad del pensamiento?, ¿que se haya escrito esto en esta escultura es bueno?...

Otra vía para afrontar el escándalo es la ignorancia o la indiferencia, el desinterés por lo dado. Pero, ¿para qué rechazar a algo que puedo obtener gratis?



miércoles, 24 de abril de 2013

Mentiras y otras cosas inofensivas

¿Quién dijo que pensar era fácil?

Aquí tenéis la famosa paradoja del mentiroso. Pocas combinaciones de palabras me fascinan más que éstas. "Estoy mintiendo, lo que digo es falso". Entonces, ¿es falso que lo que dices es falso? Luego lo que dices será verdadero. Pero si lo que dices es verdadero, lo que dices es falso... 

Ambas fotografías son de una misma página: la de la izquierda es la cara de delante y la de la derecha la de atrás.

Es una obra para contemplarla. Intentar pensarla quita el óxido a las neuronas, ¿verdad? Esto es el pensamiento, algo capaz de contradecirse y luego no entenderse ni a sí mismo.
Espero que disfrutéis con ella. Y si os amarga lo más mínimo, olvidadla. Vuestra vida no depende de ella.

Entre el mundo y la ironía

Vivint en sintonia entre el mon i la ironia vaig tirant.
Mentre el temps va passant.



No n'hi ha prou amb moments d'eufòria.


En este vídeo, Ferran Puig invita a reflexionar acerca de la satisfacción con la vida y de la búsqueda de lo que realmente hace feliz. El protagonista del videoclip y de la canción es un joven perdido entre los placeres sensibles. Ve dónde puede dar con lo que busca, y verlo le hace perder la simpatía por los placeres del cuerpo, pero no logra conectar con ello.

viernes, 12 de abril de 2013

Cosméticos y auriculares: filosofía


La filosofía “ya no se dirige al hombre corriente, ni afronta problemas de amplio interés humano”1. Quine presenta esta idea en su ensayo “¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente?”. Explica que este último siglo la filosofía ha sido invadida por términos técnicos y símbolos que han construido una frontera entre los investigadores y los lectores legos. Tal modificación del lenguaje ha permitido por un lado que la investigación filosófica fuera más precisa. Pero el precio que se ha tenido que pagar ha sido la pérdida del público aficionado, no especializado: la gente.

En este ensayo defiendo la postura de Quine. Sí, a la gente que no ha estudiado filosofía le cuesta seguir según qué estudios filosóficos. Sobre todo si se trata de filosofía analítica, que es la que más se estaba desarrollando en 1979. Pero no por ello estoy de acuerdo con decir que la gente se ha alejado de la filosofía. Los temas que preocupan siguen siendo los mismos. Los filósofos no nos hemos alejado de la gente con la filosofía, sino solo con el método.

Ya dice Quine que “no todo lo que es filosóficamente importante es necesariamente de interés común”2. Pero me gustaría enfatizar este “no todo” que preside dicha oración. Quine no está diciendo que ninguna cosa de la filosofía sea de interés común, sino solo que lo son algunas cosas. Y, en mi opinión, estas son las respuestas. Lo que interesa a la gente de la filosofía son las respuestas a las grandes preguntas. Pero solo la respuesta, no todo el sistema que se ha usado para responder.

Pasa lo mismo con los cosméticos. La gente los usa para retrasar el envejecimiento, para reducir las espinillas, para disimular noches sin dormir... Y a nadie le preocupa lo más mínimo su composición. Con que sea efectivo basta. Y no es necesario conocer la composición de una crema antiedad para que haga efecto. Solo es necesario aplicarla en el lugar correspondiente.

Se puede hablar de cosméticos a niveles muy distintos. La conversación que pueden tener dos mujeres acerca de su antiedad puede no tener nada que ver con la que pueden tener dos farmacéuticos acerca del mismo producto. Las mujeres hablarán de la efectividad del producto, quizá la compararán con productos similares de otras marcas o comentarán lo que tarde en absorberse. Dos farmacéuticos, en cambio, podrán hablar de la formulación química del cosmético, de la dificultad de elaboración o del precio de producción.

Sin duda, los farmacéuticos dominan mucho más el tema del que hablan, sus términos les permiten adentrarse más en la realidad a la que refieren, y les pueden servir para especificar, por ejemplo, una posible modificación del producto. Pero las mujeres también están hablando del mismo producto. Y en ningún momento tienen por qué estar mintiendo cuando dicen que huele raro o que tarda en absorberse. Eso sí, el por qué tarda en absorberse puede escaparse de su conversación.

En filosofía ocurre lo mismo. Si la discusión es muy seria, si requiere una fuerte indagación en la realidad, quizá sí que deba usarse un lenguaje que deje al margen el común de los mortales. Un lenguaje especializado, fruto de mucho estudio previo, rico en distinciones, muy preciso. Pero también se pueden tratar temas filosóficos en una comida familiar, y nadie tiene por qué quedar excluido de la conversación.

Y no es extraño que se pueda hablar de filosofía en una comida familiar. ¿Cuantas veces hemos llegado a una conclusión y luego no hemos sabido explicar cómo? No me creo que una madre defienda lo bueno por encima de cualquier otra cosa por pura fe. Ni por instinto. Hay algo más, hay cierta razón detrás de todo. Cuando al padre se le acaban las razones ante su hijo adolescente, sabe que sigue teniendo razón. Aunque no haya logrado convencer al joven.

Ludwig Wittgenstein dice que la filosofía sirve para “desata[r] los nudos en nuestro pensamiento3. El trabajo del filósofo es esclarecer, hacer que se vea la conexión entre los dos cabos de una cuerda. El filósofo del que habla Quine también busca dar con la cuerda sin nudos, que forme un recorrido lineal. Y la verdad es que yo me siento muy identificado con la descripción de filósofo que hace el austriaco-británico. Podríamos decir que incluso he llegado a adoptar el oficio de filósofo por manía. ¡Soy incapaz de escuchar música si los auriculares tienen algún nudo! Aun así, tengo una amiga que puede soportarlo. Que es capaz de escuchar música con un mínimo de veinte nudos en sus auriculares.

Y sí, la música se escucha igual. Que haya un nudo no significa que el hilo quede cortado en ningún momento. Para llegar de un cabo al otro se requieren más vueltas, pero se llega igualmente. No tienen por qué desatarse los nudos para llegar al final. La filosofía analítica puede no usarse. Y lo sé. Basta con tener en cuenta que “mi madre me quiere” para saber que lo que mi madre quiere que haga es bueno para mí. No necesito ni siquiera analizar la situación para concluir que la acción que me recomienda mi madre es buena. Y normalmente la madre no es una filósofa analítica extraordinaria, capaz de contraer el tiempo hasta tal punto que puede considerar una situación ajena a su vida en su completud. Es simplemente una madre que ama a su hijo.

Los auriculares son los mismos, y sirven igual con nudos o sin ellos. Del mismo modo los cosméticos de los que hablan mujeres y farmacéuticos son los mismos productos. Y así, veo que la filosofía de la que habla Quine queda reservada a pocos intelectuales como yo, obsesionados, casi enfermos por la necesidad de ver las cosas tan claras como sea posible. Incapaces de escuchar música con un nudo en los auriculares. Pero el mundo sigue al margen de nosotros, la gente muere sin saber de la inmortalidad de su alma, e igualmente pervive en el eterno.
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1  W.V.O. Quine, ¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente? 1979.
2  W.V.O. Quine, ¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente? 1979.
3   L. Wittgenstein, Philosophical Remarks, 52; Editado por R. Rhees, Blackwell, Oxford, 1975.

viernes, 15 de marzo de 2013

Los caminos de la ciencia también llevan a Roma


 “Hablar de la verdad, así sin adjetivos, o decir que quienes nos dedicamos a la filosofía buscamos la verdad comienza a ser no solo una ingenuidad, sino simplemente como algo de mal gusto: «¡Será, en todo caso, la verdad para ti, pero no creerás tú en unas verdades absolutas!»”1. Y ante esto, el pobre filósofo responde desesperado, sin afán de que le entiendan: “No creo en verdades absolutas, sé que las hay. Lo único que creo es que soy capaz de llegar a ellas”.

En este ensayo quiero invitar a una reflexión acerca del relativismo tomado en serio, no como un mero recurso democrático para evitar discusiones2. Para hacerlo, me serviré de un ejemplo que me parece muy ilustrativo: el desarrollo de nuevas geometrías para describir el espacio físico. Elijo este ejemplo porque, en general, las personas convencidas por el relativismo a nivel ético acostumbran a tomar las verdades de la ciencia como absolutas. Luego están más acostumbradas a pensar en ciencia. Y este ensayo va dirigido especialmente a todos los relativistas éticos y amantes de la ciencia.

La geometría euclideana es el sistema geométrico con el que se ha funcionado prácticamente hasta finales del segundo milenio. Lo constituyen cinco axiomas3 a raíz de los cuales se han desarrollado cálculos que han sido claves para el desarrollo de la humanidad. Desde el teorema de Pitágoras hasta el cálculo del tiro parabólico. Incluso los rascacielos de Manhattan deben su existencia a la geometría euclideana4. Aun así, la longitud del quinto postulado de este sistema no acababa de convencer a algunos estudiosos, e intentaron demostrar que era innecesario, derivado de los otros cuatro axiomas.

Irónicamente, lo que se acabó consiguiendo con dichos estudios no fue demostrar la inutilidad del quinto postulado, sino su independencia. Se demostró que era tan válido el sistema geométrico tal cual lo escribió Euclides como con el quinto postulado negado. Así pues, nació otra geometría, la llamada “geometría esférica”. Y no solo se trata de un sistema que funciona por sí mismo, sino que también guarda correspondencia con la realidad. Es más, en según qué cálculos es más útil que la misma geometría euclideana.



¿Conocen El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry? Este autor ilustró su propia obra. ¿Recuerdan las dimensiones que tienen los personajes que aparecen en la obra respecto de sus planetas? “Sobre tu pequeño planeta te bastaba mover tu silla unos pasos. Y contemplabas el crepúsculo cada vez que lo querías”5. En un planeta como el suyo, ¿qué utilidad práctica tiene una geometría en la que la suma de los ángulos de cualquier triángulo sean 180º6? Querría una cama estable, que no le bailara por las noches. Y unos caminos en el suelo del planeta, no tangenciales a él.


Del mismo modo, si se imagina un triángulo cuyas líneas constituyentes fueran de Pamplona a Londres, de Londres a Berlín, y de Berlín a Pamplona, la suma de los ángulos del triángulo resultante no sería igual a 180º. Aun así la geometría euclideana sigue enseñándose en los colegios, y sigue siendo la base para construir edificios. Pero si Estados Unidos fuese a lanzar un misil a Tokio, no podría calcular el disparo como si fuese el de una catapulta asaltando un castillo. Vemos entonces que se puede hablar del mundo físico de diversas maneras. Y no solo hablar acerca de él sino manipularlo.

Desde un punto de vista, la distancia entre el Polo Norte y el Polo Sur es de 12.714 kilómetros7. Desde otro punto de vista, es de 20.000 kilómetros8. En el primer caso, la cifra es la distancia entre un polo y el otro habiendo establecido una línea que pase entre ambos puntos, es decir, atravesando por el centro de la tierra. En el segundo caso, también se trata de la distancia entre los polos habiendo establecido una línea que pase entre ambos puntos. Pero en este caso la línea es curva, ya que resigue el contorno del globo terrestre. Dicho de otro modo: hace el recorrido más corto posible teniendo en cuenta que no se puede pasar por el centro de la tierra. Si el hombre algún día quiere ir de un polo al otro por el camino más corto posible, deberá tomar este. ¿Acaso no es verdadero decir que ambas cifras describen la distancia más corta entre el Polo Norte y el Polo Sur?

Ya está. La verdad no existe. La ciencia ha demostrado que incluso las matemáticas son relativas. No se puede afirmar que A y B hacen referencia a una misma cosa si A y B son distintos. La distancia entre polos no puede ser 20.000 y 12.714 kilómetros. Debe ser una cifra o la otra.

Y ante afirmaciones como estas un servidor se desespera. ¿Por qué no pueden ser ambas verdaderas? ¿Por qué ante una discusión si uno tiene la razón el otro necesariamente debe no tenerla? Si ambos creen tener razón, lo más seguro es que ambos la tengan. Eso sí, en distintos planos. Todo depende del punto de vista de la interpretación, pero la realidad sigue siendo la misma. Puede cambiar el lenguaje, pero ball y pelota, dos palabras distintas, pueden hacer referencia a una misma realidad. No son mutuamente excluyentes.


Por esta razón, me posiciono a favor de que la verdad absoluta existe. De que la realidad es una. Y no por esto debo considerar falsa la opinión de alguien porque parezca incompatible con la mía. Es más la someto a evaluación: procuro desvelar todas sus razones y estudiar si de algún modo sus afirmaciones y las mías son compatibles en la misma realidad. Aunque una niegue a la otra, porque puede que sean verdaderas en distintos niveles.

Dicho esto, me parece que el pragmatismo pluralista es una buena herramienta para afrontar los problemas que plantea el relativismo. Este modelo de pragmatismo “sostiene que la búsqueda de la verdad es enriquecedora, porque la verdad es perfeccionamiento. (…) que no hay un camino único, un acceso a la verdad”9.
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1 - Nubiola, Jaime. Pragmatismos y relativismo: C. S. Pierce y R. Rorty, capítulo 2.
2 - Mantengo la idea que muestra Nubiola en Pensamientos y relativismo¹: “Lo peor es que este relativismo ético es pensado a menudo como un prerrequisito indispensable para una convivencia democrática”.
3  - Estos son:
a) Si x e y son puntos distintos, hay una línea recta que pasa por ambos.
b) Todo segmento rectilíneo es parte de una única recta.
c) Si x es un punto y r un segmento, hay un único círculo con centro en x y radio r.
d) Todos los ángulos rectos son iguales.
e) Si una línea recta que corta a otras dos líneas rectas, forma al mismo lado dos ángulos internos cuya suma es menor que dos rectos, las dos líneas rectas, suficientemente prolongadas, se cortarán en ese mismo lado [en que la suma de los ángulos internos es menor que dos rectos]
Fuente: Cobreros, Pablo. Introducción a la filosofía del espacio y el tiempo (apuntes), página 37.
4 - Por lo menos en el grado de Arquitectura Técnica de la Universidad de Navarra no se estudia otra geometría que no sea la de Euclides.
5 - Saint-Exupéry, Antoine de. Le petit price, capítulo VI. Primera edición: Éditions Gallimard, 1946.
6 - En geometría euclideana, la suma de los ángulos de cualquier triángulo suma 180º.
7 - 6.357 Kilómetros es la longitud aproximada del radio polar de la tierra, luego 6.357 x 2 =12.714 es aproximadamente el diámetro de la tierra. http://es.wikipedia.org/wiki/Radio_de_la_Tierra
8 - El perímetro de un meridiano es aproximadamente 40.000 kilómetros, entonces la distancia entre un polo y el otro recorriendo un meridiano es 40.000 / 2 = 20.000. Datos obtenidos de: Aguilar Rodríguez, Armando. Geografía general, editorial Pearson.
9 - Nubiola, Jaime. Pragmatismos y relativismo: C. S. Pierce y R. Rorty, capítulo 3.

viernes, 1 de marzo de 2013

La lectura que hace Schlick de “Tractatus” de Wittgenstein


La preposición puede representar la realidad entera”1


En este ensayo quiero presentar brevemente el pensamiento del filósofo austríaco-británico L. Wittgenstein (1889-1951) a ojos de Moritz Schlick (1882-1936). Después de esto, invito a una reflexión acerca de si realmente la realidad está estructurada lógicamente o si somos nosotros, los hombres que conocemos, quienes la estructuramos así. A raíz de esto, me gustaría hacer ver al lector que quizá considerar que debemos dejar de filosofar acerca de “lo que no se puede hablar” es un paso demasiado atrevido, que aceptarlo puede tener graves consecuencias.

L. Wittgenstein cree que “el planteamiento de estos problemas [los problemas filosóficos] descansa en la incomprensión de la lógica de nuestro lenguaje”2. De este modo, comprendiendo la lógica de nuestro lenguaje, deberían solucionarse los problemas filosóficos. Con esta tesis, Wittgenstein traslada los tradicionales problemas ontológicos de la filosofía al plano epistemológico. Los problemas de la filosofía dejan de estar en el mundo, donde todo ya está ordenado. Y la tarea del filósofo frente a la realidad pasa a ser aprender a leerla bien.

Moritz Schlick (1882-1936)
Moritz Schlick, a raíz de los textos de Wittgenstein, considera que la filosofía ha dado un giro definitivo porque lee3 en el “Tractatus” que los problemas filosóficos son meros problemas del lenguaje. Entonces, según él, una vez esclarecido el problema con las palabras ya no podrá haber problema sin solución. Schlick dice que “no hay preguntas que en principio sean incontestables, ni problemas que en principio sean insolubles. Lo que hasta ahora se ha considerado así no son interrogantes auténticos, sino series de palabras sin sentido”4.

Antes de avanzar en este tema, es preciso que advirtamos una cosa que Schlick da por supuesta: que la realidad a nivel ontológico está ordenada lógicamente, y que este orden es tal cual lo pensamos cuando lo pensamos correctamente. Schlick defiende que “todo conocimiento lo es solo por virtud de su forma (...) solo ella [la forma] es importante para el conocimiento. Todo lo demás es material, inesencial y accidental de la expresión”5.

Que el pensamiento es estrictamente formal es una tesis que acompaña prácticamente toda la teoría del conocimiento y que no me atrevo a discutir. Tampoco me atrevo a discutir que haya alguna diferencia entre la forma que posee el conocimiento y la forma de lo real cuando lo real es conocido. Lo que sí que me atrevo a poner en duda es que no haya diferencia entre la realidad tomada en su totalidad y la forma que posee el conocimiento. ¿No es demasiado presuntuoso decir que no hay realidad más allá de lo que se puede formalizar lógicamente? ¿No es demasiado presuntuoso tratar lo material como algo fuera de la realidad, inexistente?

Lo siento, pero la filosofía de Schlick no me parece más que una reacción ante el espanto que produce advertir lo inmensa que es la realidad. Todos hemos pasado alguna vez al lado de un mendigo y hemos evitado mirarle a los ojos. Todos hemos pensado alguna vez en solucionar el mundo, y tiempo después nos hemos dado cuenta de que es demasiado grande y de que nosotros somos demasiado pequeños. Pero esta no es razón suficiente como para considerar inexistentes las tierras de más allá de la frontera de nuestro país. Ignorando al mendigo no solucionamos su problema. Bien es verdad que lo evitamos, pero él sigue estando ahí.

L. Wittgenstein (1947)
Me parece bien que se proponga no considerar dentro de un sistema lógico lo que no entra dentro del sistema. Pero no se puede tachar de inexistente lo que no entra dentro de este sistema. Es importante ver que no es lo mismo. Se puede no considerar algo si se tiene en cuenta que se está ante un sistema, una porción, una parte de la realidad. Pero considerar la parte por el todo es un salto que no creo que debamos hacer hasta haber comprobado que el todo está en la parte.

Juan Arana, en su última publicación sobre filosofía de la naturaleza6, explica que “unas veces la ordenación es transparente y otras permanece escondida”. Y para ilustrar en este punto pone el siguiente ejemplo: la siguiente secuencia de números: 1-4-1-5-9-2-6-5-3-5-8-9-7-9-3... parece no responder a ningún tipo de orden, a ninguna forma lógica. Sin embargo, no se trata de una secuencia caótica sino que se trata ni más ni menos que de los decimales que corresponden al número pi.

¿Y si hubiésemos tachado de irreal esta secuencia por no haber advertido su orden? Nadie se volvería jamás a preocupar por ella. Quedaría escondida debajo de un sistema que dice leerlo todo. Y nadie, nunca jamás, volvería a preocuparse por la “secuencia irreal”, porque ¿para qué buscar la forma a algo que no la tiene?

En mi opinión, la aportación que hace Wittgenstein a la filosofía es muy grande. Y no niego que sus pensamientos sean definitivos en el ámbito de la lógica y del lenguaje. Pero siempre hay otras lenguas, siempre hay otras formas de decir las cosas7. Siempre podemos encontrar otra lógica y otro lenguaje.

Y comparto la opinión de Wittgenstein al considerar la filosofía como una actividad de aclararse y no una doctrina. Pero me niego rotundamente a aceptar que el sistema para leer el mundo ya sea definitivo. Porque presuponer que la realidad es orden lógico, como hace Schlick, me parece reducir el problema de una forma bastante cobarde.

Dicho esto, considero que dar la razón a Schlick puede suponer entrar en un callejón sin salida, en donde se puede lograr definir a la perfección todo un mundo pagando el haber sacrificado parte de la realidad. Justamente aquella realidad que para el filósofo de verdad supone un problema.
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1 - L. Wittgenstein, Tractatus lógico-philosophicus (1921-1922), prólogo. Trad. cast: I. Reguera y J. Muñoz.
2 - L. Wittgenstein, Tractatus lógico-philosophicus (1921-1922), prólogo. Trad. cast: I. Reguera y J. Muñoz.
3 - Con “lee” me refiero a que interpreta. La interpretación de Schlick no tiene por qué ser realmente a lo que se refería Wittgenstein con su texto. De hecho, es preciso destacar que a raíz del mismo texto surge una corriente, la Tradición Británica, que se opone a las tesis de Schlick.
4 - M. Schlick, El viraje de la filosofía, primer número del volumen I de la revista Erkenntnis, 1930/31.
5 - M. Schlick, El viraje de la filosofía, primer número del volumen I de la revista Erkenntnis, 1930/31.
6 - Juan Arana, Los sótanos del universo, cap. 2, Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2012.
7 - Véase por ejemplo el desarrollo de las distintas geometrías no euclidianas. También son sistemas que sirven para describir el mundo físico, y describen el mismo mundo de distintas formas.

martes, 19 de febrero de 2013

Comentario a "Vaguedad" de Bertrand Russell



En este ensayo pretendo mostrar que la vaguedad de la que habla Bertrand Russell en su ensayo “Vaguedad” no es mala si se es consciente de ella y se sabe usar correctamente. Defiendo que gracias a la vaguedad tenemos un lenguaje ágil. También insisto en la necesidad de saber que todas las palabras, en cierta medida, son vagas. Y destaco la importancia de advertir tal vaguedad para evitar un error a la hora de comunicar algo a alguien.

Todo técnico de sonido sabe que la calidad final de una grabación digital es la que proporciona el componente de más baja calidad usado en el proceso. Para grabar sonido, se necesita un micrófono, un cable, una tarjeta de sonido y un soporte que guarde lo grabado. Entonces, en una escala del 0 al 10, suponiendo que 0 es el mínimo de calidad y 10 el máximo, si la calidad de la tarjeta de sonido es 4 y la del resto de componentes es superior a 4, la grabación resultante guardada será de calidad 4.

Ocurre lo mismo con las oraciones. Bertrand Russell defiende que todas las palabras son vagas. Esto significa que no son exactas, que “la relación entre el sistema representativo y el sistema representado no es biunívoca, sino multívoca”. La mayoría de las veces que se usa la palabra “agua” es para referir al agua potable, y cuando no es potable, generalmente se especifica. Pero también es verdad que se puede tratar de “agua” lo que contiene un vaso “lleno de bacilos de tifoidea” sin apenas advertir el error. Russell pone este ejemplo para mostrar que la palabra “agua” es vaga.

Russell también explica que hay distintos grados de vaguedad. La vaguedad nace en nuestra incapacidad para conocer completamente el mundo material que nos rodea, y es un error que se acumula a todas las palabras que usamos para referir a él. Pero siempre en cierta medida. Cuanto más conocemos aquello a lo que nos referimos y más capacidad tenemos para describirlo, menos vago es nuestro concepto transmitido. “No podemos apreciar a simple vista la diferencia entre dos vasos de agua, uno lleno de agua potable, mientras el otro está lleno de bacilos de tifoidea. En este caso un microscopio nos permite ver la diferencia”, y reduciremos el grado de vaguedad de la palabra “agua” matizando que está lleno de bacilos de tifoidea.

Pero ¿sería posible un lenguaje para la vida cotidiana cuya precisión nos permitiese lograr un grado de vaguedad casi nulo? Responderé con una pregunta: ¿alguien estaría dispuesto a invertir un mínimo de tres horas de su vida para pedir una cerveza en un bar? Para evitar la vaguedad de la palabra “cerveza”, deberíamos especificarle al camarero la forma de la botella, su capacidad, la etiqueta, la composición química del producto, el tiempo que lleva hecho e incluso la frecuencia de vibración de las moléculas componentes de la bebida. Además, por absurdo que parezca ya querer una comunicación así, debemos tener en cuenta que la capacidad de prestar atención del hombre de manera continua no supera los tres cuartos de hora. Por tanto, el camarero estaría prácticamente incapacitado para recibir el mensaje.

Gracias a que las palabras son vagas, tenemos una comunicación rápida. Si la composición de la cerveza es indiferente, siempre que se mantenga entre unos márgenes, se puede usar la palabra “cerveza” para referir a cualquiera de las posibles composiciones dentro de tales márgenes. A su vez cualquiera puede servirse del contexto para que se le sirva la cerveza fría, ya que sería raro que en un bar de España no se sirviese la cerveza fría. Pero advirtamos que si se estuviese pidiendo la cerveza a la dependienta de un supermercado y se quisiera fría, si que debería especificarse que se quiere fría.

Por último, no se puede perder de vista que la cerveza que se pide, en última instancia, es una, concreta. Cualquiera de las posibles, pero solo una de ellas, no todas. Lo mismo pasa con las personas: todos nos sentimos identificados cuando se habla de “la persona”, pero no hay otra persona que cada individuo. Yo soy persona, y soy una realidad completamente distinta de ti, lector. Y esto no significa que tú no seas persona, también lo eres, pero ni tú eres yo, ni yo soy tú.

Las palabras nacen para referir a las cosas, pero no debemos olvidar que guardan una relación inmediata con el concepto, y el concepto es abstraído. Gracias a que una misma palabra tiene la capacidad de referir a múltiples objetos que comparten unas mismas características, hemos podido desarrollar un lenguaje útil. Pero debemos ser conscientes en todo momento de que, en último término, las palabras refieren a un objeto real y concreto, material.

Perder de vista esto en cualquiera de las palabras que compone una oración supondría poner en peligro la referencia de todas las demás palabras que compongan la oración. La vaguedad de la palabra mas vaga infecta la oración de la misma manera que un cableado de mala calidad puede acabar con la calidad de una grabación de música. Debemos ser cautos, porque no es lo mismo una pecera con peces que una pecera sin peces. Y tampoco “pecera sin peces” tiene por qué ser “pecera vacía”. Puede estar llena de canicas.