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martes, 21 de agosto de 2012

Ell indignat


-Estic indignat. Me'n vaig a acampar a Plaça Catalunya. Vols venir? -diu ell sota la jove barba que li amaga mitja cara.
-Demà -li contesta ella.
-D'acord. Diga'm a quina hora arribaràs més o menys, i jo intentaré tenir la tenda una mica maca per rebre't. Si més no intentaré que estigui ventilada.
-És broma, no?
-En serio m'ho preguntes?

Beneïts siguin els experts en filologia, que no es van prendre lo de logia en sentit hegelià i van deixar el sistema que configura la seva ciència obert. Poder emprar interrogacions com a respostes és un luxe! Ben formulades, poden servir per dissimular que no s'ha entès la pregunta. A l'hora, insisteixo, si estan ben formulades, poden arribar a fer de catalitzador d'una l'immensitat de nous mons.

Davant de tal violació al principi de no-contradicció, a ella no se li acut res més que marcar una indefinible rialla amb els llavis.

-Així doncs, t'espero demà després de la migdiada -segueix ell emocionat.
-Això és a una hora indeterminada?
-Evidentment.
-Perfecte -diu ella convençuda-, i si quan arribi estàs dormint, què faig?
-Pots despertar-me fent-me un massatge a l'esquena, que últimament la tinc bastant carregada. Així matem dos ocells d'un tret: em despertes i em descontractures amb una sola acció, veus què bé? Per cert, encarrega't de portar ensaïmadetes.
-De cabell d'àngel o de sobrassada?
-De cabell d'àngel, siusplau.
-D'acord. I per beure, senyor?
-No et preocupis pel beure, el poso jo. Tindrem aigua de colors, treta ni més ni menys que de la font de Plaça Catalunya.
-Mmmmh, aigua de color de moc!
-Que no, a les nits és de colors ben bonics. Però l'haurem d'enganyar, perquè et recordo que vindràs després de la migdiada, i encara farà sol. Haurem d'aconseguir que es pensi que es de nit...

-... Ja ho tinc!, ens la beurem a dins de la tenda, amb el llum apagat i les persianes baixades.
-Llum i persianes? Deu ni do quina tenda que tens!
-Ara que ho dius, encara no la tinc. Em vols acompanyar a comprar-la?
-Demà.
-D'acord, quedem demà després de la migdiada per anar a comprar-la. Porta ensaïmadetes, que acostumo a tenir gana després de llevar-me i tinc la despensa buida.

lunes, 20 de agosto de 2012

"SOBRIA EBRIETAS"


Es para mí un placer inaugurar este blog con quizá el texto más raro que escriba. En él pretendo invitar a un viaje propuesto por el profesor Dr. Juan Cruz, nacido en 1940, licenciado, doctorado y actualmente profesor titular de Historia de la Filosofía. El viaje es un tímido rodeo entre unas filosofías que rozan el borde de lo que se entiende ordinariamente por filosofía. Propone buscar lo suprasensible, lo divino, una situación paralelizable a estar frente a un abismo en donde la razón (base de casi toda la filosofía) es la tierra firme, y en donde si se quiere llegar al cielo se debe dejar de pisar el suelo. Luego es necesario saltar. No se puede llegar a lo que no está en lo sensible con los pies en la razón, no tiene sentido, sería como intentar secarse dentro del mar.

Cuando se habla de trascender no se habla de un mero cambio de nivel de lo sensible a lo suprasensible. El nivel cambia porque cambian sus leyes, así pues, si para comprender y trabajar el mundo sensible es necesaria la razón, que entiende, para llegar al mundo suprasensible es necesaria otra cosa. La razón, por tanto, es la herramienta que se usa para un mundo inferior al divino. Es una herramienta inútil para tratar la suprasensibilidad, y por ello, para llegar a lo divino debemos prescindir de ella.

En muchas culturas el vino ha sido y es símbolo de elevación, pues un hombre en estado ebrio es un hombre que ha perdido la razón. Filón de Alejandría (15/10 a.C.- 45/50 d.C.), decía que "no se llega a lo divino mediante la razón sino por medio de un éxtasis. Tal estado de éxtasis anula la razón e incluso la conciencia, y deja el hombre en estado de contemplación". Doscientos años después, Plotino (205-270) describía este éxtasis como una “dulce embriaguez debida a la inteligencia amorosa, no cognoscente”. Una embriaguez espiritual que hace olvidar al hombre sus límites y da acceso a la experiencia de lo divino.

Un milenio y medio más tarde, el alemán Friedrich Nietzsche (1944-1900) usa la misma base; parte de que lo que se busca no está a nivel de la razón, pero Nietsche cambia el punto de llegada. Mientras que los clásicos hablaban de trascender para llegar a lo suprasensible, en otras palabras, a lo divino, al mundo de Dios, Nietzsche propone “trascender” para llegar a la Realidad. La conciencia despierta, en Nietzsche, ve pura apariencia, por esta razón el alemán entiende que la realidad no se encuentra a nivel racional, no es sensible, sino que es lo anteriormente llamado “mundo divino”. Es importante ver el matiz entre que la realidad en Nietsche esté en el "mundo divino" o que sea ese mundo, porque si estuviese en él no podríamos decir que cambia el rumbo al incluir la realidad en la ecuación, aun así, no se puede descartar la posibilidad de que ambos hagan referencia a un mismo sujeto. “La realidad está tapada por un velo Maya”, dice, “un velo que, según se pierda más o menos la razón, oleará más o menos, y dejará entrever o no la pura realidad.”

Nietzsche define la embriaguez como “el juego de la naturaleza con el ser humano”. Por ello, el artista es un hombre que se olvida de sí, pero tal olvido tampoco es una inconsciencia pura. Debemos olvidarnos de la figura del ebrio como la del hombre borracho que no sabe ni cómo se llama. El artista de Nietzsche, ebrio, es quien logra entrever a través del velo Maya la realidad, pero no se pierde a sí mismo. Sigue siento él quien ve; él sujeto independiente. En efectos de la “Sobria Ebrietas”, el ser humano, artista, pasa a verse como miembro de una comunidad superior; por ello, deja de verse como artista y pasa a verse como obra de arte; encuentra la armonía universal. A ello no va ligada una mera reconciliación psicológica y moral, sino una unificación ontológica. También habla del estado de placer que se experimenta provocado por el poderío que conlleva estar a tales alturas. Por último, Nietsche apunta que cambia la concepción espacio-temporal del hombre ebrio, quien adquiere una visión espacio-temporal fruto de la suspensión del tiempo al instante, y esto le permite negar la figura de un espíritu en el hombre.

Es importante que nos fijemos en esta diferencia, que es esencial, entre los clásicos y Nietzsche: la concepción de un tiempo no se alude, se cambia. Y es que Nietzsche usa la palabra eternidad pero varía su significado. En esencia, eterno significa “no en el tiempo”, en cambio Nietzsche entiende la eternidad en el mismo tiempo, como tiempo que no acaba, que no tiene ni principio ni fin. Entiende el tiempo en un círculo cerrado, donde siempre de las mismas causas derivan las mismas consecuencias, tales consecuencias son causas de otras consecuencias, y así sucesivamente hasta que se llega a unas causas que tienen como consecuencias exactamente las mismas causas con las que se han empezado. Pero ¿puede existir en una eternidad verdadera que trascienda el devenir y el tiempo, si la eternidad está en el mismo tiempo? 

Una vez dado el salto, una vez se ha dejado de pisar el suelo, cuando se ha perdido el soporte que da la razón, por favor, que nadie espere un razonamiento lógico. Si se sale del campo que abarca la razón, ¿de qué sirven descripciones racionales? Los únicos argumentos válidos en el campo que se intenta conocer son los de autoridad. Argumentos de místicos, personas a que dicen haber visto la Verdad. Y la validez de sus argumentos, en nosotros, solo depende de la fe que se ponga en ellos. No se puede esperar que hagan razonamientos de lo que dicen haber visto, ni que lo dibujen ni que lo cuenten objetivamente. Si la naturaleza de la Verdad está fuera del espacio-tiempo, una persona no puede espacio-temporalizarla de la misma manera que tampoco se puede dar forma a lo anafórmico o en un instante escuchar la primera sinfonía de Tchaikovsky.

Cirilo de Jerusalén (315-386), uno de los citados místicos, dijo que "la sobria ebrietas introduce en el conocimiento de las cosas desconocidas", y Bernardo de Claraval (1091-1153), confiesa que "la fuerza motriz del alma es el deseo y no la razón". Finamente el Profesor Dr. Juan Cruz presenta la “Sobria Ebrietas” como el gozo espiritual. No como el placer superficial dionisíaco, sino como una alegría profunda, una alegría durable e independiente de los estados del cuerpo; una alegría que es calma y paz.