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miércoles, 24 de abril de 2013

Mentiras y otras cosas inofensivas

¿Quién dijo que pensar era fácil?

Aquí tenéis la famosa paradoja del mentiroso. Pocas combinaciones de palabras me fascinan más que éstas. "Estoy mintiendo, lo que digo es falso". Entonces, ¿es falso que lo que dices es falso? Luego lo que dices será verdadero. Pero si lo que dices es verdadero, lo que dices es falso... 

Ambas fotografías son de una misma página: la de la izquierda es la cara de delante y la de la derecha la de atrás.

Es una obra para contemplarla. Intentar pensarla quita el óxido a las neuronas, ¿verdad? Esto es el pensamiento, algo capaz de contradecirse y luego no entenderse ni a sí mismo.
Espero que disfrutéis con ella. Y si os amarga lo más mínimo, olvidadla. Vuestra vida no depende de ella.

Entre el mundo y la ironía

Vivint en sintonia entre el mon i la ironia vaig tirant.
Mentre el temps va passant.



No n'hi ha prou amb moments d'eufòria.


En este vídeo, Ferran Puig invita a reflexionar acerca de la satisfacción con la vida y de la búsqueda de lo que realmente hace feliz. El protagonista del videoclip y de la canción es un joven perdido entre los placeres sensibles. Ve dónde puede dar con lo que busca, y verlo le hace perder la simpatía por los placeres del cuerpo, pero no logra conectar con ello.

viernes, 12 de abril de 2013

Cosméticos y auriculares: filosofía


La filosofía “ya no se dirige al hombre corriente, ni afronta problemas de amplio interés humano”1. Quine presenta esta idea en su ensayo “¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente?”. Explica que este último siglo la filosofía ha sido invadida por términos técnicos y símbolos que han construido una frontera entre los investigadores y los lectores legos. Tal modificación del lenguaje ha permitido por un lado que la investigación filosófica fuera más precisa. Pero el precio que se ha tenido que pagar ha sido la pérdida del público aficionado, no especializado: la gente.

En este ensayo defiendo la postura de Quine. Sí, a la gente que no ha estudiado filosofía le cuesta seguir según qué estudios filosóficos. Sobre todo si se trata de filosofía analítica, que es la que más se estaba desarrollando en 1979. Pero no por ello estoy de acuerdo con decir que la gente se ha alejado de la filosofía. Los temas que preocupan siguen siendo los mismos. Los filósofos no nos hemos alejado de la gente con la filosofía, sino solo con el método.

Ya dice Quine que “no todo lo que es filosóficamente importante es necesariamente de interés común”2. Pero me gustaría enfatizar este “no todo” que preside dicha oración. Quine no está diciendo que ninguna cosa de la filosofía sea de interés común, sino solo que lo son algunas cosas. Y, en mi opinión, estas son las respuestas. Lo que interesa a la gente de la filosofía son las respuestas a las grandes preguntas. Pero solo la respuesta, no todo el sistema que se ha usado para responder.

Pasa lo mismo con los cosméticos. La gente los usa para retrasar el envejecimiento, para reducir las espinillas, para disimular noches sin dormir... Y a nadie le preocupa lo más mínimo su composición. Con que sea efectivo basta. Y no es necesario conocer la composición de una crema antiedad para que haga efecto. Solo es necesario aplicarla en el lugar correspondiente.

Se puede hablar de cosméticos a niveles muy distintos. La conversación que pueden tener dos mujeres acerca de su antiedad puede no tener nada que ver con la que pueden tener dos farmacéuticos acerca del mismo producto. Las mujeres hablarán de la efectividad del producto, quizá la compararán con productos similares de otras marcas o comentarán lo que tarde en absorberse. Dos farmacéuticos, en cambio, podrán hablar de la formulación química del cosmético, de la dificultad de elaboración o del precio de producción.

Sin duda, los farmacéuticos dominan mucho más el tema del que hablan, sus términos les permiten adentrarse más en la realidad a la que refieren, y les pueden servir para especificar, por ejemplo, una posible modificación del producto. Pero las mujeres también están hablando del mismo producto. Y en ningún momento tienen por qué estar mintiendo cuando dicen que huele raro o que tarda en absorberse. Eso sí, el por qué tarda en absorberse puede escaparse de su conversación.

En filosofía ocurre lo mismo. Si la discusión es muy seria, si requiere una fuerte indagación en la realidad, quizá sí que deba usarse un lenguaje que deje al margen el común de los mortales. Un lenguaje especializado, fruto de mucho estudio previo, rico en distinciones, muy preciso. Pero también se pueden tratar temas filosóficos en una comida familiar, y nadie tiene por qué quedar excluido de la conversación.

Y no es extraño que se pueda hablar de filosofía en una comida familiar. ¿Cuantas veces hemos llegado a una conclusión y luego no hemos sabido explicar cómo? No me creo que una madre defienda lo bueno por encima de cualquier otra cosa por pura fe. Ni por instinto. Hay algo más, hay cierta razón detrás de todo. Cuando al padre se le acaban las razones ante su hijo adolescente, sabe que sigue teniendo razón. Aunque no haya logrado convencer al joven.

Ludwig Wittgenstein dice que la filosofía sirve para “desata[r] los nudos en nuestro pensamiento3. El trabajo del filósofo es esclarecer, hacer que se vea la conexión entre los dos cabos de una cuerda. El filósofo del que habla Quine también busca dar con la cuerda sin nudos, que forme un recorrido lineal. Y la verdad es que yo me siento muy identificado con la descripción de filósofo que hace el austriaco-británico. Podríamos decir que incluso he llegado a adoptar el oficio de filósofo por manía. ¡Soy incapaz de escuchar música si los auriculares tienen algún nudo! Aun así, tengo una amiga que puede soportarlo. Que es capaz de escuchar música con un mínimo de veinte nudos en sus auriculares.

Y sí, la música se escucha igual. Que haya un nudo no significa que el hilo quede cortado en ningún momento. Para llegar de un cabo al otro se requieren más vueltas, pero se llega igualmente. No tienen por qué desatarse los nudos para llegar al final. La filosofía analítica puede no usarse. Y lo sé. Basta con tener en cuenta que “mi madre me quiere” para saber que lo que mi madre quiere que haga es bueno para mí. No necesito ni siquiera analizar la situación para concluir que la acción que me recomienda mi madre es buena. Y normalmente la madre no es una filósofa analítica extraordinaria, capaz de contraer el tiempo hasta tal punto que puede considerar una situación ajena a su vida en su completud. Es simplemente una madre que ama a su hijo.

Los auriculares son los mismos, y sirven igual con nudos o sin ellos. Del mismo modo los cosméticos de los que hablan mujeres y farmacéuticos son los mismos productos. Y así, veo que la filosofía de la que habla Quine queda reservada a pocos intelectuales como yo, obsesionados, casi enfermos por la necesidad de ver las cosas tan claras como sea posible. Incapaces de escuchar música con un nudo en los auriculares. Pero el mundo sigue al margen de nosotros, la gente muere sin saber de la inmortalidad de su alma, e igualmente pervive en el eterno.
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1  W.V.O. Quine, ¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente? 1979.
2  W.V.O. Quine, ¿Ha perdido la filosofía el contacto con la gente? 1979.
3   L. Wittgenstein, Philosophical Remarks, 52; Editado por R. Rhees, Blackwell, Oxford, 1975.